Pasan los meses. Y no sabes lo que te echo de menos... Desde aquello no me he atrevido a escribir lo que siento. No sin caer en un mar de lágrimas, como ahora mismo. Has dejado un vacío tan grande. Un vacío que no se va a llenar nunca. Pensé que nada me iba a separar de ti, pero ya ves, tuvo que ser la muerte quien me privara de volver a abrazarte, de preguntarte mil cosas, y que me respondieras con otras mil historias. Es un nudo en la garganta que no se va. Creo que desde ese día en que te perdí nada ha vuelto a ser igual. ¿Sabes? En casa nadie te olvida. Nadie puede pasar un día sin recordarte por cualquier detalle.
Ay abuela, ay. No puedo hacerme a la idea de que no te vaya a poder abrazar otra vez, no puedo.
Te echo de menos como a la que más. No sé, todo pasó tan de repente... Y no sabes lo que daría porque estuvieses aquí, aun que solo sea para darte un último abrazo.
Pero los días pasan, y solo me queda el recuerdo, un recuerdo desde que era una niña que siempre vio a su abuela, que no pensaba que un día le fuese a faltar. Una abuela que me enseñó mil cosas, cosas que no se olvidan. No te olvido abuela, no te olvido.
Te quiere, tu nieta Leidy.